Un lienzo en blanco sobre la mesa, un chorretón de pintura sobre él y comienza la ceremonia de creación para Angel Ochoa.
En la pintura de Angel no hay intención o planificación anterior al acto de pintar, es puro impulso. Cuan demiurgo, catapulta toda su energía sobre la tela como quien se lanza a una aventura desconocida, más bien caótica. Y por el camino va poniendo orden al color y las formas hasta encontrar la salida y recuperar la calma.
Por poco tiempo.
Muchos de sus cuadros no tienen una dirección definida, ni arriba ni abajo, ni izquierda ni derecha, pues en el proceso de creación no dejan de dar la vuelta sobre sí mismos a la búsqueda de aquella mancha, forma o línea que atrape la mirada del pintor y le permita continuar por ahí conformando la nueva imagen. Encontrando ese peculiar camino que le permita poner orden en el caos inicial, un camino que le permita emerger del abismo pictórico al que se lanza de cabeza y sin red en cada uno de ellos.
Otros en cambio podríamos pensar al contemplarlos que son de otra naturaleza por ver en ellos motivos y temas habituales en la tradición pictórica como es el caso de los jarrones de flores o los rostros; pero no es así. Han seguido el mismo proceso. El hecho de que terminen representando un motivo figurativo es tan azaroso como todo lo demás.
Estos motivos orgánicos, vegetales o formas con reminiscencias figurativas, más bien por casualidad, van apareciendo en sus cuadros como quien busca animales en las nubes o imágenes reconocibles en los desconchados de las paredes.
Las series se van creando sobre la marcha intercalándose entre ellas: jarrones con flores, rostros, bodegones se van conformando en este juego azaroso que lleva a cabo Angel Ochoa. Pero no es este el objetivo perseguido, el eje sobre el que pivotan estas obras es el juego de las apariciones, pura resonancia de las voces del inconsciente y terreno de cultivo para la imaginación.
Se podría decir que Angel no pinta cuadros, vive en un constante proceso de encuentro con la pintura. Nunca una de sus obras puede estar segura y relajada sintiéndose acabada al fin. En cualquier momento puede ser retomada para entrar de nuevo en la vorágine del cambio pictórico. Basta con que vea una forma antes desapercibida que desencadene de nuevo el proceso. Comenzando de nuevo la ceremonia.
(Transcripción del texto de la Exposición de Angel Ochoa, Abismos y Encuentros escrito por Sol Aragón celebrada en el Espacio Cultural La Capilla del 27 de marzo al 7 de Abril de 2013)
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