Había transcurrido una tarde de lo más agradable por el Barrio Gótico. Intercambiando hallazgos condales, aquellos lugares que vas encontrando en una ciudad como Barcelona, espacios que te abren sus puertas te ofrecen sus peculiaridades y a los que siempre vuelves.
Andoni apenas llevaba unos días viviendo en la ciudad condal, pero ya había respirado algunas de las muchas Barcelonas que encuentras en ella; estaba fascinado y feliz. La música y el encuentro constante con gente entorno a ella era la dinámica diaria. Me alegré por él, deseando de corazón que pudiese encontrar el hueco que anhelaba allí.
Pasamos entre risas y buena conversación desde Praga y sus teterías, a la endulzada cultura árabe, y la exquisita mesa japonesa. Nuestros pasos nos llevaron de las callejuelas del Barrio Gótico, a lo más recóndito del Born, y de allí al multicultural Raval donde nos esperaba Alejo para asistir al concierto de un conocido.
Al final del Paseo del Raval, un joven con camisa a cuadros, mirada franca, un tanto desgarbado y de gesto entusiasta nos recibió con una cálida bienvenida y la vitalidad irradiando en su mirada. Caminamos junto a él unos pasos, la complicidad que había entre Andoni y Alejo se palpaba de inmediato. Tal para cual, pensé con una sonrisa en mi interior.
Entramos en el bar y atravesando sin detenernos la estancia donde se ubicaba la barra y el espacio más público; al fondo una puerta nos dio paso a una estancia más recogida e íntima. Mesas y bancos de madera tipo bodega, piano de pared con libros y alguna lámpara de luz indirecta. Paredes desconchadas, y cables vistos y antiguos como en tantos locales de la zona. Un lugar variopinto de aire retro acogía a un grupo de apenas veinte personas dispuestas a acompañar a uno más de sus colegas que a pesar de las adversidades seguía adelante con su música. Ya no recuerdo su nombre, si soy sincera ni siquiera su voz. Me quedó su buen sentido del humor y la mujer que lo acompañaba cantando, su compañera; ella tenía una fuerza especial en la voz y en su rostro.
Mientras transcurría la velada fueron pasando por el improvisado escenario algunos de los amigos allí presentes, más que un concierto era una reunión entre familiares y amigos entorno a la música. Uno de los invitados a tomar la guitarra y cantar fue Alejo. Me sorprendió. Había verdadera pasión y sentimiento en su forma de cantar y tocar, los registros de su voz fluctuaban de tal manera que te llevaba a vibrar en su emoción. Hablaba de amor. No, de desamor. Dos caras de la misma moneda.
De aquel encuentro, nació este otro. El que pudimos disfrutar el pasado jueves en LaCapilla. Mucho más concurrido, ya que asistieron cerca de 120 personas, pero no menos acogedor.
La peculiaridad del lugar y la intencionada puesta en escena de aire retro y con guiños a la pintura ofrecieron un ambiente cálido y cercano. Como de salón de casa en un encuetro espontáneo entre conocidos o desconocidos pero afines.
La lámpara de la abuela iluminando el centro de la escena, sobre la misma mesa dos copas de vino y su botella compartida. Como la misma amistad que une a ambos entorno a la cálida luz de la música. Bajo sus pies una alfombra india marcaba el espacio central de la escena. Más de una hora donde música y letras fueron saliendo desde estos dos amigos danzando entre los asistentes, envolviéndonos y haciéndonos partícipes de la pasión con la que ambos viven la música. Algo que manifestó muy claramente Andoni ” Puede que las cosas te vayan mal, que las personas salgan de tu vida, pero la música nunca te abandona, siempre está ahí. Es su vida.”
Entre canciones de creación propia y versiones de otros, Alejo fue dejándose un poquito de él en nuestra Capilla y Andoni acompañaba ese darse con buen ritmo y gran sensibilidad.
Oihane Irisarri ha dejado constancia del momento sumándole su mirada. En sus fotografía podemos percibir lo entrañable y cálido del encuentro. El sonido no se oye en ellas, pero sí se respira el ambiente y la emoción. El resto lo podemos evocar desde la memoria los que asistimos, desde la imaginación los que no.
(Texto escrito por Sol Aragón)
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